Escuche, Sánchez... (I)

Dígame usted una cosa, Sánchez, y perdone que lo interrumpa de esta manera, aunque en el fondo sabemos que no tiene usted nada que hacer, sólo esperar a que el señor Wallace lo llame de nuevo. Dígame usted una cosa, Sánchez, ¿cómo es posible? Pero primero déjeme que le explique, así entiende usted mejor las cosas y puede aplicar sus casi conclusos estudios de psicología con tintes de sociólogo mal empleado y, tanto peor, mal pagado. Si yo le dijera a usted que a mi edad, corta o larga, según el cristal con que se le mire, no he llegado a sentir mayor sentimiento que la condescendencia, mezclada con una impotente y muy pero muy falsa -al menos para mí- ternura entre paternal y fraterno-patética, ¿me creería? Lo supuse. En efecto, Sánchez, yo lo entiendo, lo comprendo muy bien, perfectamente: entiendo que usted no me entienda, pero las cosas como son, ¿no?, o al menos, eso me han dicho...
Pero siéntese, tome asiento, mire, este murito será una banca espectacular mientras le cuento esto. Tenemos tiempo de sobra, el señor Wallace saldrá a las 11:30 como siempre, y apenas son las 9, aunque está ya muy oscuro. ¿Cómo decirlo con elocuencia? Está bien, no se altere, no usaré palabras "rebuscadas" ni armaré frases larguísimas; es más, le prometo ser lo más casual que mi esmerada educación pueda permitirme.

 No siento amor.

 Ahí lo tiene usted, sin palabras rebuscadas ni nada similar. Alguna vez me creí "nihilista del amor", quiero decir, creía (desde luego que no a machamartillo) que el amor no debía existir, o, en todo caso, no existía para mí, pero, usted sabe, con eso de que "el sol sale para todos..." ¿Cómo dice? ¡Claro que lo intenté! Y por intentar, entienda usted, fracasar después de haber tenido la sensación que no podría vivir sin la compañía perenne y eterna de la otra persona. No me pregunte esas cosas, Sánchez, no creo que yo sea un "mal amante", sino, todo lo contrario, me considero cariñoso, romántico y detallista, incluso escucho boleros antiguos y... Tiene usted razón, Sánchez, yo me considero así, pero, ¿las otras personas lo hacen? Yo sé que tengo una expresión facial seria, "cara de malo", me dijeron una vez, pero, le confieso algo, es mi sistema de autoprotección automático.

Y lo peor es que viene desde la secundaria... En la secundaria deben de haberme gustado algunas chicas, pero sólo una, diría yo, y perdóneme si esto suena muy trillado, como telenovela venezolana, sólo una me "marcó". No se ría, no todavía, en todo caso, puesto que aún no llega la parte divertida. ¿Lo divertido? Lo divertido fue que nunca pasó nada con ella, nada más que una amistad escolar, ni una palabra de amor ni menos un beso. ¿Que por qué me afecta entonces? No es lo que pasó, sino cómo. No pretendo aburrirlo con una historia larga y confusa, que sólo yo comprenda, esa no es la idea, en realidad, pero mire, Sánchez, yo la recuerdo, recuerdo haberla visto cruzar el corredor principal del tercer piso mirando los salones, así como quien va revisando si me conviene o no, y resultó que era prima de una compañera de mi salón. ¿Oye, usted? Al poco tiempo, 'chateaba' yo con mi compañera cuando me empezó a preguntar tonterías. ¿Qué cosas? Pues si veía ciertos dibujos animados, si escuchaba cierto tipo de música vernacular, cosas fuera de foco y resultó que era la prima, sí, sí, la chica del corredor. ¿Un primer contacto? Yo pensé lo mismo. Lo que no recuerdo -y me molesta de sobremanera- es el primer contacto real. Sí, real, nada de virtual. Lo estoy intentando, Sánchez, en verdad que sí... Bueno, ya me acordaré después... en fin, no tiene importancia, por lo menos ahora...

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