La verdad duele, la verdad.

Ya no recuerda hace cuánto que está sola.
¿Tres o cuatro años? ¿Hace cuánto que terminó con Alfredo...?
Admite que lo extraña. No, se dice. No lo extraña: lo que extraña es la situación, el sentimiento. Sí. Eso extraña.

Conoció a Stef hace dos o tres meses; congeniaron mucho, incluso ese día conoció a dos chicos.
Uno para cada uno, bromeó Stef. Ella sonrió mucho esa noche. Benja le había parecido, además de atractivo e interesante, un candidato potencial a reemplazar a Alfredo.
No.
Se interrumpió de pronto.
Alfredo es irremplazable.
¡No!
Se volvió a interrumpir.
Yo no tengo que llenar ningún hueco, yo valgo mucho por mí misma y no necesito un "reemplazo"; tengo todo el derecho de volver a empezar cuantas veces sea necesario.
Y asintió y esa noche bebió bastante ron y, al despertar, le sonrió a Benja, de quien esperaba alguna petición.
Formalizar, le dijo a Stef. Ella se mostró entre divertida y confundida.
No pretendas formalizar con un tipo a quien te has tirado en una fiesta, le respondió Stef.
Tiene razón.
No, no la tiene.

Pero sí la tenía y ya había pasado mucho tiempo desde lo de Alfredo y volver a sentir esa emoción la hacía sentir viva...
Prefieres vivir así.
Sí, prefieres sentir esa emoción ocasional, por más que sea falsa y efímera, antes que esperar por largos períodos de tiempo, aunque la recompensa sea más gratificante.
Pero no quieres esperar, no te gusta:
La paciencia tiene la raíz amarga pero da frutos dulces.
¡Qué tontería!

Y así pasó el tiempo y, con él, dos o tres chicos más con los cuales siguió la misma temática: fiesta, alcohol, sexo, ilusión con muerte anunciada (pero siempre con pizca de vida).
Hasta hoy, hace dos horas. Puesto que hoy, hace dos horas, llegó Stef a su casa y le dijo que había decidido cambiar esa mentalidad, ya que, después de mucho pensarlo, creo que es mejor tener una relación sólida, así tenga que esperar mucho y que nunca más, ¿oyes? Nunca más volvería siquiera a besar a un hombre el primer día de conocerlo.
Stef rio pero aplaudió la iniciativa de su amiga. De puro aburrimiento, llamó a un amigo. Él paga, no te preocupes, y el amigo, Daniel, se apareció a la hora con lo que le habían pedido: una botella de ron con una botella de Pepsi y dos vasitos descartables. Stef le dijo que está bien que te hayas propuesto cambiar, pero un trago no mata a nadie.
Una hora después, estaban sentados los tres, Daniel al medio, en un parque de Surco. Daniel no tomaba porque había tomado una pastilla —incluso había traído una botella de agua para él— aunque no quiso especificar qué enfermedad lo aquejaba. Era de estatura mediana, contextura gruesa, barba de tres días y no hablaba mucho.

Stef estaba menos mareada que ella cuando dijo que Daniel y tú hacen buena pareja, ¿por qué no conversan? y empujó a su amigo hacia ella. Ella sonrió y lo colocó sobre su brazo derecho, le tocó el cuello y le dijo que estaba tensionado, él respondía con frases cortas y provocadoras. Ella sonreía y lo miraba fijamente, primero a los ojos, luego, a los labios. Ella pasó la lengua por los suyos, humedeciéndolos. ¿Qué puedo hacer para sacarme la tensión?, preguntó, con mirada licenciosa, Daniel. Ella sonrió y abrazó al muchacho. Él se acercó lentamente, con intención de besarla... No, no, no olvidaré lo que acababa de prometer hacía un par de horas. No lo haré. A pesar del aliento a ron, Daniel seguía cerca de ella, con la mirada lujuriosa y la sonrisa provocadora. No... es muy pronto.
¡Eso es! ¡Actitud!
Daniel sonrió y se retiró. Sentado correctamente, recogió la botella de ron y, cogiendo su vaso, le sirvió más. Ella no dijo nada. Tú también, Stef, y le sirvió más.
Stef seguía jugando a provocar y empujo a Daniel hacia ella. Ella sonrió, lo volvió a abrazar pero esta vez Daniel empezó a besarle suavemente el cuello. Eso despertó cierto instinto y aunque ella seguía diciendo que no, muy pronto... el primer día, no, el seguía depositando suavemente sus labios sobre su cuello y se fue acercando lentamente hasta que la boca de Daniel alcanzó la suya y la poseyó.
Ella no pensaba en nada y disfrutaba el momento aunque recuerda lo que te prometiste, ¡recuérdalo! "Soy una persona bastante sincera", había dicho Daniel, entonces no nos mentirá... nos dirá la verdad...

Tengo que hacer una llamada, y Stef se paró de la banca y se alejó. Ella seguía besando apasionadamente a su ilusionante de turno. ¿Sabes? Si no tuviera que ir a trabajar mañana por la mañana, te llevaría a otro lado..., oyó la voz de Daniel, después de separarse. Ella se estremeció un poco y recordó todos los momentos postcoitales y la desazón que le producían -a pesar de la ilusión inicial-, así que, muy firme y mirándolo a los ojos, le preguntó ¿cuáles son tus intenciones? Pudo ver que Daniel no estaba preparado o, mejor dicho, no estaba acostumbrado a recibir ese tipo de preguntas; al fin y al cabo, ella tampoco estaba acostumbrada a hacer ese tipo de preguntas.
Daniel miró hacia las estrellas por unos segundos y respondió que bueno, pasar el rato.
¿Yo soy alguien para el rato?, preguntó, herida; no lo tomes a mal, ¿cómo no quieres que lo tome a mal? ¿O qué prefieres? ¿Que te mienta? Te lo dije, yo soy bastante sincero, no me gusta jugar con la gente... 
Sintió que la ilusión inicial había muerto incluso antes de nacer. Maldijo su plan, su actitud, su voluntad y todo junto. Maldijo a Stef, a la fiesta en la que la había conocido, maldijo a Daniel y a su sinceridad, maldijo su verdad, la maldita verdad...

Mira su vasito de plástico y no puede evitar sentirse similar a él: frágil, que cualquiera lo puede aplastar después de haber sido usado y olvidarse de él por completo. En una palabra, descartable.
¡Ah... la verdad...!

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